Las nueces deben estar peladas. Vamos a calentar un sartén y tostarlas unos minutos en él. Solamente deben adquirir un color dorado.

Una vez que se enfríen un poco, vamos a partir las nueces con un mazo, para lograr trozos más pequeños, que vamos a reservar.

Vamos a exprimir el limón y conservar el jugo.

Lavar el apio y picarlo en trozos muy menudos. Lavar también las manzanas y picarlas en cubos, separando y retirando previamente la rama, la parte central con el corazón y las semillas.

Mezclar estos dos vegetales en un recipiente y rociarlos con la mitad del jugo. Mezclar todo bien porque además de dar sabor, el limón contribuye a que los vegetales no se oxiden.

Luego, lavamos la lechuga y despegamos una buena cantidad de hojas, porque eso será lo que colocaremos de fondo para el resto de los ingredientes, al momento de servir. Yo presto especial atención a la limpieza de este vegetal. Después de despegar las hojas y limpiarlas bajo un chorro de agua fría (con mucha delicadeza), las sumerjo unos minutos en otro recipiente de agua fría, previamente mezclado con un buen chorro de vinagre. El ácido del vinagre tiene efectos desinfectantes.

Ya teníamos el apio y la manzana en un recipiente. Ahora añadimos el aliño, las pasas, y los trozos de nuez (es buena idea reservar algunas nueces y pasas aparte para la decoración final). Salpimentamos al gusto y mezclamos bien todo. Probamos un poquito por si hace falta corregir la sazón.

Meter al refrigerador la mezcla, durante unos minutos, mientras secamos y preparamos las hojas de lechuga. Vamos a disponerlas como fondo en el platón o ensaladera que usaremos para servir.

Sacamos el resto de la mezcla del refrigerador, y la disponemos sobre la cama de hojas de lechuga, al centro.

Decorar con el perejil picadito y lo que resta de las nueces y las pasas (esas que habíamos reservado previamente).

La ensalada Waldorf está lista. A servir, y a comer.