Precalentar el horno a 180 grados.
Pela las patatas y córtalas en rodajas de alrededor de un centímetro o centímetro y medio de espesor. Después, corta estas rodajas en bastones de más o menos un centímetro de grosor.
Remoja las patatas en agua dentro de una cacerola o recipiente durante unos 10 minutos. La idea es disminuir la cantidad de almidón que contribuye a que estas se peguen cuando se cocinan. Escúrrelas y sécalas.
Luego se pasan a un recipiente para aderezarlas con aceite, como si fueran una ensalada. Después hay que revolverlas para que el aceite se esparza bien.
Ahora viene el momento de acomodar las patatas para meterlas al horno. Lo ideal es utilizar la placa del horno cubierta de papel encerado o de cocción, aunque también se podría usar la rejilla. Hay que esparcirlas de manera que no se toquen entre si.
Es el momento de meter las patatas en el horno precalentado. Normalmente tomarán alrededor de 45 minutos para cocinarse. De cualquier manera, es buena idea vigilarlas y seguir la evolución del color. Al final deberíamos tener unas papas de color dorado y aspecto crujiente. Otra cosa importante es que si se trata de un horno que produce calor por arriba y abajo, no debería haber necesidad de moverlas durante su cocción.
Luego de sacar las patatas del horno, vamos a espolvorearlas con sal al gusto.