Para comenzar, nos haremos cargo del ajo. Quitaremos las esquinas a cada diente, lo pelaremos y luego lo picaremos en láminas delgadas (o en trocitos, según tu gusto), con la ayuda de un cuchillo bien afilado.
Luego, nos encargaremos de los champiñones. Hay que lavarlos muy bien y retirar el extremo del pie con la parte negra (si cuenta con él). Luego, hay que escurrirlos y decidir si los vamos a filetear o los dejamos enteros. Yo suelo dejarlos enteros cuando son muy pequeños. Si no, prefiero laminarlos con un cuchillo bien afilado.
Si decides utilizar el perejil, hay que lavarlo, escurrirlo y luego picar menudamente las hojas. Utiliza más o menos perejil según tu gusto. En cualquier caso, por ahora hay que reservarlo hasta el final de la receta.
Lo siguiente será conseguir una sartén grande, en la cual verteremos un chorrito (generoso) de aceite. Enseguida, lo calentaremos a fuego medio-bajo.
Una vez el aceite caliente, añadiremos el ajo fileteado. Haremos que se cocine por ambos lados, hasta que se dore ligeramente. Es esencial que no se vaya a tostar o quemar.
Una vez dorado el ajo, hay que agregar los champiñones. Enseguida, vamos a salpimentarlos al gusto, mezclarlos bien con el aceite y dejar que se cocinen durante 15 minutos. Regresaremos con frecuencia para removerlos, y que así se cocinen de manera uniforme.
Una vez terminado el tiempo de cocción, vamos a los probar los champiñones para verificar la sazón. Si hace falta, la corregiremos con más sal o pimienta, y volveremos a mezclar.
Apaga el fuego y si has decidido utilizar el perejil, este es el momento indicado para añadirlo y mezclarlo con los hongos.