Para comenzar, hay que pelar los dientes de ajo y el trozo de cebolla.
Luego, lavaremos bien los jitomates y los escurriremos.
También vamos a lavar bien los habaneros, y a quitarles la rama, si aún la tienen.
Enseguida hay que picar los ajos y la cebolla en trocitos pequeños. En el caso del tomate, serán más bien trozos grandes: 3 o 4 por pieza.
En el caso de los chiles, el tratamiento dependerá de qué tan picante queremos la salsa. Lo habitual es utilizar los habaneros enteros. Sin embargo, si quieres aligerar un poco el picante, puedes abrirlos con un cuchillo y quitarles las semillas, al igual que la vena o parte blanca interna. Esto se debe a que son las partes más picantes.
Lo siguiente será calentar una sartén anti-adherente, con un chorrito de aceite, a fuego medio.
Cuando el aceite esté caliente, agregaremos los trocitos de ajo y cebolla. Bajaremos el fuego al mínimo y dejaremos que se cocinen durante 5 minutos, removiendo con frecuencia. Hay que evitar que se vayan a pegar al sartén o que se doren demasiado, porque eso haría que la salsa se vuelva amarga.
Pasado este tiempo, agregaremos al sartén los tomates y los chiles. Los saltearemos durante 5 minutos más, removiendo con frecuencia para que se cocinen uniformemente.
Ahora vamos a apagar el fuego y verter el contenido de la sartén en una licuadora o robot de cocina. Agrega una pizca de sal y otra de pimienta (de preferencia, recién molida). Luego hay que encenderla y dejar que los ingredientes se mezclen, hasta obtener una salsa homogénea.
En este punto, prueba la salsa y rectifica tu gusto, si hace falta. Puedes agregar más sal o pimienta, si quieres darle más sazón, o diluirla con un poco de agua, si te parece que está muy concentrada. No te vuelvas loco con el agua, si decides utilizarla. Vela agregando poco a poco, mezcla y prueba de nuevo. Así no correrás el riesgo de diluir le salsa al punto que quede desabrida.
Luego, hay que volver a encender la sartén a fuego medio, para verter la salsa allí de nuevo, y cocinarla 2 minutos más.
Eso es todo. Ya puedes apagar el fuego, verterla en un recipiente y utilizarla para acompañar tus platos.