Para comenzar, el pulpo debe estar totalmente descongelado, si no se trata de pulpo fresco. En cualquiera de ambos casos, también debe estar bien limpio.

Lo primero será llenar 2/3 de la olla con agua limpia, y ponerla a calentar. Hay que darle el tiempo de que rompa a hervor. De preferencia, calienta el agua con la olla tapada, para evitar que se vaya evaporando.

Aprovecha el tiempo que tomará el agua para hervir, y coloca el pulpo sobre una gran tabla para picar, o mesa limpia. Consigue un mazo de cocina, o en su defecto un rodillo, y ve golpeando el pulpo para hacer que sus fibras se relajen o rompan, pero sin llegar al punto de dañarlo o maltratar la carne. Repite el procedimiento sistemáticamente sobre todos los tentáculos del pulpo.

Cuando el agua de la olla rompa a ebullición, agrega dos cucharadas de sal gorda. Mezcla y luego incorpora las hojas de laurel y la guindilla, si has decidido estos ingredientes.

Ahora es el momento de sumergir el pulpo. Pero espera, porque para comenzar, y todavía suavizarlo más, hay que “asustarlo”. Esto quiere decir, que de entrada hay que tomar el pulpo por la cabeza, y sin soltarla, hay que sumergir el resto del cuerpo. Luego hay que esperar sólo dos o tres segundos, sacar el pulpo, y repetir très veces más.

Una vez que hayas asustado el pulpo, será el momento de sumergirlo completamente, para dejar que se cocine durante media hora.

Una vez que pasen los 30 minutos, retira la olla del calor.

Luego, deja que el pulpo repose (todavía en la olla) hasta que se enfríe.

Entonces saca el pulpo, escúrrelo y utilízalo como prefieras.