Lo primero que vas a hacer es quitarle a las espinacas cualquier tallo que sobre salga. La idea es tener sólo hojas.
Luego las vas a cocinar muy rápidamente. Calienta una olla con agua y cuando comience a hervir echa las espinacas, cuenta 2 minutos y retíralas inmediatamente usando un colador. Ponlas en el chorro de agua fría y luego escúrrelas muy bien.
Es necesario que las escurras lo mejor posible, puedes hacerles presión con la mano, o con ayuda de un plato sobre el colador, para que boten todo el líquido posible.
Una vez hayas hecho esto, reserva.
Calienta a fuego medio una cazuela o una sartén profunda, ponle 1 cucharada de mantequilla y echa la cebolla picada en cubos pequeños o en julianas delgadas.
Agrega también el ajo picado pequeño.
Pocha durante 3 o 4 minutos, que la cebolla se ponga transparente pero que no se queme.
Transcurrido este tiempo pon las espinacas con la cebolla y cocina todo por unos minutos extra, mezclando muy bien.
En este momento vas a echar la nata, y seguir mezclando un poco más.
Agrega sal y pimienta al gusto.
Mientras haces esto puedes precalentar el horno a 180 grados.
Ahora vas a coger una bandeja para hornear, que preferiblemente sea de vidrio o de cerámica y vas a poner las espinacas con el sofrito y la nata.
Ponle trozos de queso blanco por arriba.
Puedes incluso hacer capas: una capa de espinacas, una de queso, otra de espinacas y otra de queso.
La última capa tiene que ser de queso blanco.
Finalmente espolvorea el queso parmesano.
Mete al horno con el fuego por arriba y deja que se gratinen tus espinacas.
Transcurrirán aproximadamente 10 minutos.
Cuando veas que está hecho el gratinado, puedes retirar del horno.
¡Ahora disfruta tus espinacas!