Pica la mantequilla en cubos.
Mezcla la sal con la harina.
Haz un volcán con el resultado y rellena el hoyo del centro con los pedazos de mantequilla.
Mezcla los ingredientes del volcán hasta conseguir una masa homogénea, con una textura granulada. No hace falta amasar más de lo necesario, o la puedes endurecer.
Redondea la masa y cúbrela totalmente con el papel film.
Guárdala en el frigorífico por un tiempo máximo de una hora.
Justo antes de sacar la masa, precalienta el horno a 185 grados.
Sácala de refrigeración y quita el film. Extiéndela con un rodillo, sobre una superficie previamente enharinada (con harina de trigo). Es importante que la extiendas, sin volver a amasar.
Acomoda la masa sobre tu molde, adaptándola a los bordes y recortando los sobrantes.
Cubre el molde con papel aluminio y hornéala durante quince minutos, o hasta que se ponga dorada, a menos que vayas a volverla a hornear con el relleno. En ese caso, déjala por un poco de menos tiempo (diez minutos o poco más).
Saca del horno y quita el aluminio. No apagues el horno.
Utiliza el huevo para pincelar la masa y vuélvela a meter al horno, sólo por 5 minutos, para sellar.
Una vez lista, saca del horno y deja enfriar.