En un bol, mezclar la sal, la harina y el agua, con mucho cuidado para que no se hagan grumos.
Amasar hasta que la pasta quede homogénea.
Separar en bolas del tamaño de una pequeña pelota de golf.
Ahora viene la parte donde se aplastan perfectamente las bolas de masa para lograr tortillas planas, delgadas y redondas. La tecnología de la cocina mexicana saca partido de las tortilleras (no de las señoras que preparan tortillas, sino de los artefactos para aplanar la masa con la forma correcta). A falta de una, cualquier útil de cocina que permita hacer presión entre dos placas planas será útil, siempre que se cubra con películas de plástico (bolsas plásticas, por ejemplo, de ambos lados).
Hacer la presión necesaria para que cada tortilla se aplane lo suficiente, y valerse de las películas plásticas para despegar la masa con facilidad, sin que pierda la forma. De aquí, las tortillas irán directamente a la plancha.
Calentar una plancha ligeramente engrasada y posar cada tortilla hasta que se dore, dando la vuelta para que las dos caras queden iguales.
Las tortillas se van guardando en torre, al interior de un paño o tela limpia, para conservar el calor y la humedad. Una vez dentro del paño, pueden meterse en un recipiente.