Corta las zanahorias en ruedas, el pimentón, cebolla y ajo en cubos pequeños y la patata en gajos medianos.

El pollo pícalo en cubos medianos y ponle sal y pimienta.

Coje una olla grande, agrega suficiente aceite de oliva para que cubra por completo la superficie, y cocina a fuego alto las piezas de pollo hasta que doren ligeramente por todos lados. Durante este proceso algo de la grasa y carne se va a tostar y se va a quedar pegada del fondo de la olla, eso está bien y ya te explico por qué…

Cuando el pollo esté dorado sácalo de la olla y resérvalo en un recipiente profundo.

Ahora vas a desglasar o “limpiar” lo que se quedó pegado de la olla de una forma maravillosa: agrégale ¼ de taza de vino blanco y con una paleta de madera raspa el fondo y los lados. El olor que va a entrar por tu nariz en ese momento te hará delirar.

La salsa que te va a quedar producto de este desglasado la vas a reservar junto al pollo.

Vierte el pollo, el desglasado, las hojas de laurel, una pizca de sal y algo de pimienta.

Agrega unas 7-8 tazas de agua y sube el fuego al máximo. En lo que comience a hervir incorpora las patatas. Deja cocinar por 10 minutos.

Ahora vas a agregar el arroz, la medida aquí es más “casera”, olvídate de las tazas de medida, toma el arroz con la mano y al más puro estilo de tu abuelita, agrega de 6 a 7 puños al caldo.

Agrega los clavos de olor, los guisantes y otra pizca de sal.

Deja cocinar hasta que el caldo espese y el arroz se haga.

La idea es que te quede un arroz muy caldoso, como un asopado. Si por alguna razón se te seca mucho el líquido, agrega más agua.

Una vez listo el grano de arroz, apaga el fuego, deja reposar 5 minutos y sirve en un plato hondo con un generoso chorro de aceite de oliva por encima y pan a un lado.