De entrada, hay que asegurarnos de que el salmón esté bien limpio: sin piel, sin espinas. El peso indicado corresponde a la carne de salmón ya sin estas partes.

También vamos a asegurarnos de que los pepinillos estén ya bien picados. Si ese no es el caso, este es el momento perfecto para hacer este paso y dejarlos listos para usarlos. Vamos a medir la cucharada sopera, ya con los pepinillos cortados. Lo mismo aplica para el cebollino, que  debe estar bien lavado y finamente picado.

Lo siguiente será trocear el pescado en cubos, utilizando un cuchillo muy afilado. La idea es que con un solo corte el pescado ya quede separado, sin necesidad de repasar con el cuchillo, lo que puede terminar por aplastarlo o deformarlo.

Trabajaremos también el aguacate, lo podemos cortar en piezas del mismo tamaño que el pescado.

Dejaremos un momento el salmón de lado, para preparar una vinagreta con los ingredientes líquidos: la salsa de soja, el jugo del limón, la salsa worcestershire, el vinagre, un chorro de aceite y la mostaza.

Luego, en un recipiente, mezclaremos el salmón con este marinado, y lo sazonaremos al gusto con sal y pimienta (esto último es totalmente opcional).

Pasaremos el recipiente al refrigerador, para que la carne se impregne con este jugo. Es preferible colocar una tapa o cubierta, para que la marinada no se reseque.

Dejaremos el salmón reposando durante unos 20 minutos.

Una vez pasado este tiempo, sacaremos el salmón del refrigerador y lo mezclaremos con los pepinillos picados, las alcaparras (de preferencia también picadas, pero esto queda a gusto del cocinero), el aguacate y el cebollino.

Luego, probaremos el tartar para verificar la sazón. Si hiciera falta, la corregiremos con sal y pimienta.