Para comenzar esta receta. Lo primero que haremos es calentar la leche. Normalmente, en el paquete de cuajo estará indicada la temperatura que hay que alcanzar al calentarla, pero si no, se maneja un rango entre 36 y 55 grados centígrados.

Una vez que la leche esté caliente a este punto, vamos a agregar el cuajo. Entonces comenzaremos a revolver con una espátula de cocina.

Luego apagaremos la leche, la retiraremos del calor y la dejaremos reposar, para que se cuaje. Lo ideal es que se repose un mínimo de 2 horas, y un máximo de seis. Mientras más tiempo la dejes cuajar, más suero perderá y el resultado será más firme. Opcionalmente, puedes colocarla dentro de un colador, a su vez al interior de un recipiente, para que se vaya escurriendo el suero.

Para esta receta, vamos a necesitar que la mantequilla esté ablandada. Yo trato de no fundirla. En lugar de eso, la saco del refrigerador con suficiente anticipación, aprovechando que tengo tiempo de sobra, mientras se deja reposar la leche. Así, al momento de continuar la receta, la mantequilla ya estará blandita y lista para mezclarse fácilmente con el resto de los ingredientes.

También aprovecho el tiempo de reposo de la leche, para lavar bien el limón y rallar la cáscara. De momento, reservaremos la ralladura.

Luego, picaremos el limón y exprimiremos el jugo para también utilizarlo más tarde. De momento, lo reservaremos.

Cuando se acabe el tiempo de reposo de la leche cuajada, continuaremos con la preparación de la receta. En este punto, precalentaremos el horno a 200 grados centígrados.

Luego, conseguiremos un bol grande para mezclar el azúcar y los huevos. Cuando estén bien integrados, vamos a agregar la harina, la mantequilla blanda, la ralladura y el jugo del limón.

Enseguida vamos a mezclar bien todo, y posteriormente, vamos a añadir la leche cuajada, para mezclar todo nuevamente. Podemos ayudarnos con una cuchara de madera o con un tenedor.