Comenzaremos por precalentar el horno a 200 grados centígrados.

Acto seguido, vamos a lavar bien y a escurrir las lubinas.

Luego, en un recipiente o platón apto para horno, colocaremos una cama de sal gorda, de poco menos que un centímetro de espesor.

Enseguida cortaremos el limón, quitaremos las semillas y exprimiremos las mitades sobre la sal, para humedecerla. También esparciremos algunas gotas de agua, con la mano, sobre la cama de sal. La idea es hidratar la sal un poco, pero sin que llegue a convertirse en una pasta.

Luego, colocaremos las lubinas sobre la cama, al centro, y las cubriremos con toda la sal restante, dejando por fuera la cola y la cabeza (bueno, si también se salan un poco, tampoco es el fin del mundo).

Ahora llevaremos el pescado al horno precalentado. Allí, dejaremos que se cocine durante 30 minutos (o un poco menos, si la potencia de tu horno es particularmente fuerte).

Yo recomiendo revisar las lubinas antes de los 25 minutos de cocción, para ver si ya están lo suficientemente horneadas. Puedes sacar la fuente del horno y mover el pescado por la cabeza o la cola para revisarlo. Si aún no está listo, regrésalo al horno y termina el tiempo de cocción indicado.

Una vez cocidas las lubinas, sácalas del horno y déjalas reposar unos minutos, antes de romper la costra de sal con algunos golpes leves. Enseguida, retira ambos pescados (con cuidado para que no se rompan) y pásalos a una tabla de picar, o una fuente grande.

Utiliza un cuchillo bien afilado para sacar los lomos de la lubina. Primero, retira unos pedacitos de piel con el cuchillo para comenzar a quitar la piel, ayudándote con la mano.

Luego, separa el cuerpo de la cabeza y de la cola, y luego ve separando los lomos, a partir de la separación natural que se crea en torno a la espina del pescado. Puedes ayudarte con una espátula de cocina.

Eso es todo. La lubina a la sal ya está lista para servirse. Opcionalmente, puedes rociar el pescado servido con un hilillo de aove.