Primero hay que batir la mantequilla con la vainilla y el azúcar glass, hasta obtener una mezcla homogénea. Para que la mantequilla se ablande más fácilmente y tenga una textura más cremosa, puedes dejarla un rato a temperatura ambiente. Esta es la manera más recomendable de obtener una buena consistencia para batirla con otros ingredientes.
Luego vamos a separar el contenido de los huevos: en un recipiente las yemas y en otro las claras.
En este punto, ya nos convendría ir precalentando el horno a 180 grados.
En el caso de las yemas, vamos a batirlas con el chocolate en polvo hasta que se integren totalmente.
Luego, vamos a unificar esta “crema de yemas” con nuestra mezcla anterior: la mantequilla azucarada. Tiene que resultar una crema homogénea, que vamos a reservar.
Ahora aprovecharemos las claras de huevo, para batirlas con el azúcar convencional hasta obtener un punto de nieve.
Una vez las claras en nieve, las mezclaremos con la otra crema que habíamos preparado anteriormente, y reservado.
Después de obtener una pasta bien homogénea, continuaremos batiendo para integrar poco a poco la harina y la levadura química. De hecho, lo ideal es revolver el polvo Royal con la harina, y una bien vez mezclados, irlos sumando al resto de los ingredientes.
Ya con nuestra mezcla de pastel sin restos de grumos o ingredientes aislados, vamos a cubrir con mantequilla la superficie interna de un molde para hornear pastel y a espolvorearlo con un poco de harina.
Ahora hay que verter toda nuestra mezcla en el interior del molde, y meterlo en el horno por aproximadamente 60 minutos.
Mientras se hornea el pastel, podremos aprovechar para encargarnos de preparar la cobertura de chocolate, que está para chuparse los dedos.